El viejo "Cover" está pintado a parches, aunque varios puntos de la carrocería está tan desgastada que recuerda el papel de fumar. Mr.Guau conduce con un inaudito estilo y control para ser un cánido, mientras Tiburcio va apurando las caladas de un bong de marihuana, verde, como él. Pedro Irrigorri, ese sujeto tan siniestro y frío se encuentra en el asiento trasero tecleando sistemáticamente su calculadora de bolsillo, la cuál lleva a todos los sitios, como intentando buscar en las matemáticas la solución para sus problemas.
-Todo puede ser representado mediante números- fueron sus únicas palabras durante aquel extraño viaje sin rumbo.
Mr.Guau y Tiburcio no podían disimular la tensión que abigarraba sus cuerpos. El mismo hombre que tenían detrás acababa de asesinar sin gesticular, manchándose su gabardina de sangre pero sin importarle, a Dimitriy Petenyel, uno de los hombres más temidos de todo el condado. Un auténtico macarra sin escrúpulos. Sin embargo, aquel hombre alto y desgarbado llamado Pedro era diferente a todos aquellos asesinos que, aquel perro y caballo, habían conocido a lo largo de su carrera criminal. Irrigorri no utilizaba palabras malsonantes, no era agresivo en sus actos, de hecho parecía un hombre sereno, culto y de lo más educado. Tiburcio el caballo verde y Mr.Guau el perro no se atrevían a preguntarle nada. ¿Sería aquel extraño sujeto su nuevo jefe? En aquel coche tan sólo se oía el ruido del cada vez más destartalado motor y el viento entrando a raudales por las ventanillas. El asfalto parecía resbaladizo y helado en aquella estrecha carretera de pronunciadas curvas y quitamiedos de piedra.
-Escuchadme atentamente. Tan sólo lo diré una vez -rompió espontáneamente el silencio Pedro Irrigorri.
Tiburcio y Mr.Guau se quedaron de una pieza al escuchar aquella voz grave y perfectamente inteligible.
-A partir de ahora seremos compañeros, lo cual no quiere decir amigos, pero si fieles compañeros a los que exijo lealtad, respeto y sobre todo, insisto, fidelidad. Os estaréis preguntando quien soy y por qué he matado a la cucaracha eslava que teníais por jefe, si es que a alguien tan sumamente drogadicto y desorganizado se le puede atribuir tal honor. Bien. Yo he venido aquí a salvaros. Me llamo Pedro, y ese es mi único nombre, no tolero que se me llame de otro modo, de lo contrario...ya habéis visto lo que podría acontecer. ¿Estamos? (los animales callan, se oye un trago de saliva). Bien. Vengo por orden de tu dueño, Tiburcio, del mismo nombre. (Tiburcio, ese hermoso y fuerte caballo verde relinchó con la alegría de un potro salvaje cuando ve una fuente, con la ilusión de un niño al que le acaban de regalar la última consola)
-En...¿En serio te envía mi dueño? ¿Dónde está? Llevo sin verlo años. Pedí millones de veces a Petenyel que me reuniese con él, hasta le propuse favores sexuales, mas siempre se negó.
-Eso tiene fácil explicación, caballo. Resulta que tu dueño, el viejo Tiburcio ha estado cerca de cuatro años secuestrado en un zulo del monte por estos desalmados que decían ser tus jefes y benefactores. Con nada más que pan y agua para llevarse a la boca. Y eso ocurrió porque conmigo no podían, y tenían que ir a por el débil. Ellos eran unos malditos cobardes, por eso ahora están muertos. -sentencia Irrigorri.
-Pero...no entiendo nada. ¿Por qué secuestran a mi dueño? Es un humilde agricultor, con una pequeña casa y una cuadra aún menor. Y... ¿Y qué tiene que ver contigo? Esto es muy raro.
-Tiburcio es mi hermano mayor -soltó a bocajarro Irrigorri con el semblante muy serio.
Mr.Guau y Tiburcio se miran boquiabiertos y, de repente, se sienten mucho más seguros en aquel coche.
-Tiburcio debía tener unos quince años cuando yo nací. Él ya trabajaba en el campo, de sol a sol, para ver cuatro duros. Nuestra madre murió en mi parto y nuestro padre estaba demasiado ocupado en las tabernas. El único que luchaba por aquella casa era Tiburcio, tu dueño. Él me sacó adelante, me crió con leche de cabra y buena carne de ternera. Tiburcio tenía la obsesión de que yo fuese alguien, de que estudiara y no me quedase en el campo como él por una miseria. De manera que, con el dinero que había ido ahorrando poco a poco me envió a un prestigioso colegio sacerdotal, donde el padre Juankhar fue mi mentor hasta mi mayoría de edad. Aunque a Juankhar le hubiera gustado que siguiese sus pasos como sacerdote yo me decanté por el mundo de las ciencias, en especial las ciencias exactas, ya que sufrí una profunda crisis espiritual de la que el pobre padre Juankhar, bendito, no me pudo sacar. Fui subiendo como la espuma hasta que conseguí cursar matemáticas en la universidad, y fue allí precisamente, donde sentí mis primeros deseos de matar, de quitar vidas. Es que a ver, había tanto subnormal suelto por aquellos pasillos, con sus bromas y sus confianzas, que tuve que clavar más de uno y dos lápices en yugulares. Yo soy así. Un hombre serio, no tolero las confianzas, ya que yo no se las doy. Sólo respeto a mi familia. A mi familia y a las matemáticas.
Mr.Guau y Tiburcio escuchaban con sumo interés aquella confesión de su nuevo jefe. Era el hermano de Tiburcio y no tenían nada que temer. Sólo tenían que ser respetuosos, medir sus palabras y, sobre todo, nada de bromas. Era Pedro Irrigorri un hombre recto como una vara de avellano.
Amanecía justo cuando Irrigorri calló y comenzaron a verse las primeras viviendas de un recóndito pueblo de montaña. En el cartel de entrada se podía leer "Talledo".
-Nos hospedaremos aquí mismo - vaticinó el singular matemático.
...CONTINUARÁ...
Serdrës, un Lunes cualquiera no sabes que hora es.
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